Planificar para lo inesperado
Llevo un par de semanas inmersa en el fascinante mundo de las finanzas personales y profesionales. Era un tema que tenia pendiente porque, entre otras cosas, suponía poner encima de la mesa en términos serios que tengo un negocio y que necesito verlo como tal, con todos los cambios y adopciones de nuevas rutinas y hábitos financieros asociados.
Y he de decir que desde el momento en el que empecé a informarme y, sobre todo, a poner en práctica algunos de los principios sobre los que he estado leyendo, me encuentro en estado de fascinación —y lo digo sin ningún tipo de ironía— por todos los principios de pensamiento sistémico que existen detrás de estas teorías y aproximaciones.
🍱 Everything is a system and everything has a place
Me refiero a cómo tienes que pensar en todas las partes que componen tu sistema de control de finanzas como un todo; los puntos de entrada (las diferentes fuentes de ingresos), los puntos de salida (los gastos), cómo se mueven cada uno de los niveles (como decidimos cuánto dinero va a un fondo u otro dependiendo de nuestras prioridades), cómo tenemos que tener en cuenta todas las partes y verlas de manera holística y, en definitiva, como manejamos y estructuramos este sistema para que se alinee con nuestros objetivos financieros y, por extensión, vitales.
Las similitudes con los sistemas de productividad o de gestión del conocimiento son evidentes y muy interesantes (y algo sobre lo que no descarto escribir más cuando haya leído y reposado bien más información), pero llevo varios días pensando en una idea concreta que muchas de estas teorías tienen en común, y es la de crear un presupuesto específico para los llamados "imprevistos previstos".
Por si a alguien le es desconocido el concepto, se basa en la hipótesis de que en la vida hay una serie de acontecimientos que van a llegar a nuestras vidas si o si, y aconsejan prepararse para ellos aunque en el presente ni siquiera los contemplemos como una posibilidad.
Por ejemplo, si tienes una lavadora, ve haciéndote a la idea de que algún día vas a tener que pagar la reparación de esa lavadora. Va implícito en el precio cuando la compraste y va implícito en la vida. Los electrodomésticos se estropean, los aparatos electrónicos hay que reponerlos, los coches se averían, las derramas llegan, la gente se casa, las vacaciones de verano llegan, etc.
En vez de vivir al día, gastando lo que ves que tienes en la cuenta —y que cuando una de estas cosas pasen te haga un roto en el presupuesto del mes— tener un control sobre nuestras finanzas consiste, entre otras cosas, en crear diferentes presupuestos para cada una de las "emergencias" que es más probable que vayamos a encontrar en algún momento en el futuro, e ir nutriendo cada uno de estos presupuestos de forma que, cuando lleguen, estemos preparados y el impacto que tengan en nuestra vida y en nuestra economía sea mínimo.
Me gusta esta idea porque implica crear un mecanismo de prevención que nos fuerza a pensar a futuro y mirar un poco más allá para, precisamente, poder centrarnos en el presente.
Extrapolando esta idea y llevándola a nuestro día a día, es el mismo principio que podríamos —o deberíamos— aplicar a la manera de trabajar, y a cómo diseñamos o creamos un sistema que tenga en cuenta este tipo de imprevistos-previstos para que, cuando lleguen, podamos continuar con nuestra vida sin mayores pérdidas.
Podríamos llamarlo "planificar para lo inesperado" y en realidad es un principio muy interesante para aplicar en todo proceso creativo.
🌀 Planificar para lo inesperado
Esta idea parte de la premisa de que todo trabajo que tenga elementos generativos intrínsecos (es decir, todo proceso de creación, de generación o de resurgimiento de algo —ya sea ideas, teorías, dibujos, música, libros, etc—) lleva implícito un factor de desconocimiento y, por lo tanto, de curiosidad.
La curiosidad es el motor que nos hace ir de un punto A a un punto B, de un descubrimiento a otro, moviéndonos por aquello que nos resulta más interesante. En procesos creativos, la curiosidad es lo que ayuda a avanzar una investigación o una partitura musical; la necesidad que tenemos, como seres humanos, de ver qué hay más allá.
Pero esta curiosidad suele estar reñida con ser muy estrictos en la planificación o estructuración de este proceso (la histórica tensión entre creatividad y productividad que ya he mencionado aquí alguna vez.)
Definir todos los pasos de un proceso creativo, incluído el objetivo último de este proceso (a dónde queremos llegar) no sólo es extremadamente complejo y frustrante sino que es contraproducente en la medida en la que nos estamos imponiendo una meta antes de haber explorado siquiera el camino.
En los procesos generativos necesitamos sentirnos lo suficientemente libres para salirnos, precisamente, de ese camino. Sentirnos seguros para escuchar nuestro instinto e ir allí donde la curiosidad nos lleve; tomando caminos paralelos, abriendo nuevas lineas de pensamiento que nos provoquen nuevas chispas de inspiración y que generen nuevas ideas. Una vez en ese punto, necesitamos tener el margen de actuación suficiente como para poder combinar estos nuevos datos e ideas que encontremos, recontextualizarlos y relacionarlos con la información que ya tenemos, dándoles así un sentido diferente.
Necesitamos de lo inesperado para crear. Pero para poder adoptar este tipo de pensamiento lateral, antes necesitamos que el pensamiento lógico se haya encargado de planificar para estos descubrimientos inesperados. De tejer una red de seguridad, de crear un sistema que trabaje en segundo plano y en el que podamos confiar para que nosotras podamos centrarnos en lo importante; seguir creando.
Para llegar a los grandes descubrimientos necesitamos un marco en el que poder trabajar sin un objetivo predefinido, sin pensar en el resultado; dejando espacio al azar, para poder poner atención a los cabos sueltos. Pero no los cabos sueltos de nuestro propio sistema, ya que esos estarán bajo control, sino a esos pequeños flecos de oportunidad que puedan surgir durante el proceso. Fijarnos en ellos, siguiendo nuestra curiosidad para dar pasos hacia territorios más inexplorados. Abrazar la serendipia que permite los hallazgos por accidente, esos a los que sólo llegamos cuando nos salimos del camino trazado y que son los que dan lugar a los descubrimientos decisivos en una investigación, a las notas inesperadas que convierten una pieza musical plana en algo único y memorable.
Un sistema financiero eficaz es aquel que está lo suficientemente estructurado para que sepamos, en todo momento, que nuestras finanzas están bajo control. A la vez, es lo suficientemente flexible para permitirnos reajustar los diferentes presupuestos, re-equilibrar los pesos y las prioridades que le damos a cada uno de nuestros objetivos económicos y sentirnos libres de introducir cambios basándonos en la información que tenemos.
De la misma manera, un trabajo creativo necesita de un sistema en el que podamos confiar para poder desviarnos de él sin que se rompa, dejándonos llevar por el flujo de ideas, trabajando más a gusto, con mayor libertad y sintiéndonos más dueños de nuestro propio proceso.
El objetivo en ambos casos está en diseñar sistemas y procesos que nos hagan sentir libres y cómodos para tomar nuestras propias decisiones basándonos en la información que tengamos en cada momento, que nos permitan introducir ajustes según cambian nuestras necesidades o intereses, que nos den margen para seguir nuestro instinto o curiosidad sin sentir que tenemos que pegarnos a algo escrito en piedra.
En definitiva, diseñar un entorno que trabaje para nosotros para poder centrarnos en lo que es verdaderamente importante.
Gracias por leer!
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